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"La violencia reescribe el texto de la ciudad y las reglas del juego", apuntó Susana Rotker en el ensayo que abre su libro Citizens of Fear. Esta observación, formulada hace unos años, se ha instalado ya con la fuerza de una certeza. La violencia es el fenómeno central de las ciudades latinoamericanas, el eje que define cada elemento de su vida cotidiana.

 

A mediados de 2001, cuando descubrí en Monterrey los trabajos de Diego Levy sobre la violencia en la Buenos Aires– un conjunto de 25 imágenes que ganó el primer premio en el certamen organizado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano–, compartí con una audiencia en la que estaban Carlos Monsiváis, Gabriel García Márquez y Alma Guillermoprieto, la fascinación por el lenguaje de Levy, que había sabido exponer, con trazos simples y rápidos, las imágenes de una sociedad en el que la sangre, las balas, los secuestros, los crímenes, se habían convertido en historias de todos los días.

 

Los elogios a su obra que Diego Levy oyó en Monterrey lo indujeron a extender su caza por otras ciudades donde la violencia había reescrito, también, las reglas del juego. Las semejanzas entre lo que sucedía en Buenos Aires con las escenas cotidianas en las favelas de Rio de Janeiro , las barriadas de Medellín y las colonias de México City creaban un mapa nuevo de las ciudades de América Latina que él registró con una mirada cada vez más certera y más profunda.

 

Levy sale a trabajar como un cazador al acecho de su presa. La violencia se le aparece, de pronto, y él dispara su cámara cientos de veces. De ese magma, elige las imágenes más significativas: un perro encerrado entre varios círculos de tiza que simbolizan, a su vez, otros tantos cuerpos humanos yacentes; un rastro de sangre en un almacén; un niño maniatado y golpeado en el suelo. Y así.

Diego Levy es uno de los fotógrafos que mejor captan la realidad actual de América Latina.

 

 

 

Tomás Eloy Martínez

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